domingo, 2 de diciembre de 2012

Compañía

Vengo de una comida en la que me he bebido toda la producción de Ribera del Guadiana existente en mi comunidad, así que a partir de ahora escribo borracha y que sea lo que Dios quiera (hip).
Imagino que no soy la única a la que le ha pasado eso de enamorarse de alguien que no se enamora de ti. ¿No? Si a vosotros no os ha pasado, que sepáis que a mí tampoco… Era por hablar de algo…
Centrémonos entonces en esos pobres desgraciados que se han visto atrapados en un desencuentro emocional alguna vez. Lo que de verdad quiero saber es el porqué del sufrimiento al no ser correspondido. Más allá del despecho, el ego, la rabia, la humillación, la tristeza, el vacío… Vale, igual no hay que ir mucho más allá para entenderlo, pero insisto, ¿qué sucede en el fondo? Pues lo de siempre: el terror a la soledad, que en cada rechazo aumenta y se hace más palpable. Ya he escrito alguna vez sobre el miedo a la soledad y es un poco repetirme, pero no soy yo la que habla, es el alcohol y también tiene derecho a expresarse. ¿Y sabéis por qué creo que ese terror es la base de todo esto? Porque nos aliviaría mucho saber que, a pesar de que la relación no prospere, ese individuo insensato que ha osado rechazarnos ¡a nosotros! en realidad sí nos ama, pero comienza aquí el Greatest Hits de excusas para no asimilar un rechazo: “Es muy tímido y no es capaz de expresar lo que siente” “tiene un bloqueo emocional y no es capaz de mostrar sus sentimientos” “tiene miedo al compromiso” “está en un momento muy distinto al tuyo” “es que es muy infantil” “acaba de salir de una relación tormentosa” “tiene demasiado trabajo” “es que le das miedo…” (Me niego a creer que le dé miedo a ningún hombre, a no ser que le persiga con un picahielos por la casa… que todo se andará).
O sea, que nos aliviaría mucho saber que, aunque la compañía no sea física, hay alguien ahí para nosotros. Por eso creo que necesitamos más que nos amen que amar, por eso creo que necesitamos más que quieran estar con nosotros que estar con los demás. Por eso mantenemos relaciones muertas, intentando revivir ese aliento agónico con tal de contar con el otro. Por eso existen amistades basadas en la inercia o enfangadas en el tedio, o supuestos amigos que no te cuidan y a los que no cuidas pero que siguen llamándote para las cenas navideñas. Igual es el momento de asumir que uno está más solo de lo que creía. Y asumirlo con libertad y transparencia, con la recompensa de saber que respiras honestidad en tu entorno y te alejas de la congestión de la supervivencia más básica. O incluso igual es el momento de entender que uno está más acompañado de lo que cree cuando se ha quedado supuestamente solo. Lo siento, no soy capaz de expresarlo con más lucidez, pero intuyo que tiene sentido (de no tenerlo, disculpad mi torpeza etílica). Desde la inconsciencia a la que me empuja el alcohol, animo enérgicamente a que esta vez le echemos un poco de valor y salgamos de la ficción social y el espejismo afectivo. Salgamos del escondrijo vital y pongámonos a prueba. Quizá en ese solitario silencio consigamos escuchar, por fin, el rumor de nuestra propia compañía.
Brindo con una última copa (hip) ¡Va por vosotros!

miércoles, 24 de octubre de 2012

Puntos suspensivos

Yo hay una cosa que hago muy bien, o sea, hay más de una (de hecho hay dos), pero en ésta soy muy buena, por qué no decirlo. Yo me agobio muy bien. Pensaréis que es fácil, que lo puede hacer cualquiera, pero os equivocáis. Lo hago con constancia, con firmeza y con toda la obsesión necesaria para conseguir un agobio ejemplar. Yo cuando me pongo, me pongo. Los agobios que más practico son los relacionados sobre todo con la siguiente pregunta: ¿Qué va  a ser de mí?
Cuando pensaba hace años cuál sería mi situación ahora mismo, nunca imaginé que fuera ésta. Porque uno supone que en cada momento deberían estar pasando las cosas que uno ha decidido previamente que deberían estar pasando en este momento (había formas más sencillas de explicar esto, pero es que soy tan compleja…). Yo podría pensar que ya toca enamorarme, que se me enamoren, tener un hijo pronto, de una noche a otra por ejemplo, o dos niños ya crecidos, que voy mal de tiempo. A ser posible, tener estos dos o tres niños (me voy viniendo arriba) con un hombre que tenga un gran sentido del humor y un ático en el centro (si tiene un ático en el centro, yo estaré de suficiente buen humor como para cubrir el de ambos). Es un hombre que se lleva bien con mis padres y mi hermano, con mis amigos y con los amigos de mis amigos, vamos, que es un crack este tío y, fíjate tú qué cosas, resulta que la única mujer en el mundo que le interesa soy yo, ya puedes ponerle a la Pataky al lado, que ni la mira.
Quizá estos requisitos puedan parecer superficiales, pero no me importa (porque llevo torta. Gran rima de la historia de la canción española). Muchas de las grandes frustraciones vitales del ser humano radican en que las circunstancias no son como creemos que deberían ser. Pero resultaría inquietante que todo saliera como habíamos planeado, porque entonces deberíamos preguntarnos cuántas cosas nos hemos perdido en el camino para que el camino termine donde hemos decidido. Es ridículo encorsetar los días en función de nuestras metas. Metas que nos marcamos desde donde estamos hoy, que no tiene nada que ver con cómo estaremos mañana. Si pudiéramos saber ahora lo que estará sucediendo el año que viene por estas fechas, significaría que el resto del año sería un simple paréntesis existencial. Un paréntesis entre hoy y nuestra meta, en el que no deberían producirse demasiados cambios para que el destino elegido no se vea alterado. Un paréntesis temporal carente de transformaciones y sorpresas. Por eso, tras esta reflexión, estoy decidida a terminar con el agobio al que me somete la especulación. Me voy a animar a quitar mis paréntesis y a entregarme al abismo de los puntos suspensivos.
Y ahora… Todo puede pasar.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Lamentos

Cuando miro atrás y recuerdo las estupideces que he hecho me dan ganas de darme contra la pared. Pero entonces pienso que cuando recuerde este momento dentro de diez años, me preguntaré qué leches hacía yo dándome contra la pared por el pasado, y entraré en un bucle para lamentarme una y otra vez por mis actitudes. Primero por haber hecho el idiota y luego por haber estado lamentándome de haber hecho el idiota. La única manera de evitar esto es dejar de lamentarme ahora, evitando así lamentarme después por estar lamentándome ahora (fácil ¿no?). El ahora está sembrando el luego, y es importante, porque el luego está sembrando el después, y así hasta el infinito y más allá… No sé si me explico. Yo podría volver a explicarlo a quienes no lo hayan entendido, pero sería más útil que releyerais  el párrafo anterior para evitarles la repetición a los que sí lo han entendido (en caso de haberlos).
Hay dos formas clásicas de lamento: 1) Recrear mentalmente una situación pasada y pensar en todas las variantes para salir de ella de una forma distinta: “Si no hubiera hecho, si no hubiera dicho, si hubiera ido…”. Así hasta volverte loco, porque la especulación nos vuelve locos y, además, no puedes cambiar lo que pasó, pero quizá sí podamos cambiar cómo nos afecta ahora lo que pasó entonces. 2) La justificación. Ésta es, si cabe, todavía peor, porque la principal intención de justificar lo que hiciste en el pasado es quedarte tranquilo a costa de trampas mentales. Recuerdo el testimonio de un preso que había robado un coche y disparado a un policía: “Sí, yo robé el coche y disparé al policía… Pero si la Policía hubiera hecho bien su trabajo y me hubiera detenido antes de robar el coche, yo no habría disparado al policía”. Argumentos para salir ilesos siempre hay. Reconocer el error es más rápido y menos doloroso, pero el ego se resiste (el vuestro, digo, a mí estas cosas no me pasan). “Lo hice mal. Ahora intentaré hacerlo mejor”. En el intento está implícito un posible fracaso, pero en el fracaso convive un posible triunfo…
¿Estar vivo no consiste en esto?


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Existencial

Quiero dejar claro aquí que no soy una desequilibrada (escribo esto mientras me balanceo sobre mí misma y me arranco mechones de pelo en una esquina de mi habitación). Sin embargo, hay quien asocia mis dudas existenciales y mis reflexiones acerca del comportamiento humano a una inquietud excesiva e incluso insana. Lo sé cuando me dicen, desde la condescendencia, aquello de: “No le des tantas vueltas a todo”. Lo primero que tengo que decir en mi defensa es que no le doy vueltas “a todo”, sino a “todo lo que me resulta interesante”. No me paso los días reflexionando sobre el precio de los tomates o las estupideces que escupen cuatro tertulianos televisivos, sino sobre lo que nos ocurre a las personas.
Entiendo que es insano darle vueltas al mismo pensamiento una y otra vez hasta que ese pensamiento pierda el conocimiento, pero no se trata de eso, sino de llenar cada paso de un nuevo significado, dejando atrás las viejas certezas para adentrarse en nuevas incógnitas. Supongo que mucha gente se ha planteado, al menos una vez, qué hace en este mundo. ¿De verdad es tan descabellado hacerse esta pregunta? E imagino que todos nos hemos planteado, además, si lo que estamos atravesando en momentos determinados de nuestra vida es una crisis existencial. ¿Qué es una crisis existencial? Para mí es fácil, comienza con la pregunta: “¿Esto de qué leches va?”. Porque hay etapas en las que tu día a día no es suficiente, se te queda pequeño, casi insignificante, vacío (¿os estoy deprimiendo, verdad?). ¿Pero y si vivir fuera algo más que trabajar y alimentarse? ¿Y si vivir fuera algo más que irse de vacaciones o encontrar un novio? ¿Y si vivir fuera algo más que lo que hacemos y lo que pensamos? ¿Y si vivir tuviera un contenido que intuimos pero todavía desconocemos?
Quizá una parte de ti se haya acostumbrado a vivir como si no hubiera nada más que hacer, pero hay otra parte de ti que tiene la capacidad y el horizonte para vivir de otra manera. Respirar sin el desasosiego aferrado a los pulmones. Dormir sin el acoso de tu propia oscuridad. Mirarte sin temor a verte. Desatarte, comprometerte, reírte, liberarte, vivirte. Estar vivo implica una lucha permanente entre lo que sabes y lo que crees que sabes. Una batalla diaria entre lo que percibes y lo que piensas. Un duelo entre quién eres y cómo estás. La cercanía de un susurro más allá de nuestros cuerpos. Descifrar en la geometría de lo invisible que la existencia es inabarcable, que no termina en nosotros, que nuestras pieles no son fronteras, sino acantilados desde los que podemos arrojarnos hasta caer en el regazo de lo desconocido.
No está loco el que indaga. No es un obsesivo el que intenta transcender. No es un desequilibrado el que busca un punto de apoyo entre la inmensidad de lo que ignora.
Y ahora tengo que dejaros. Me toca la pastilla…

martes, 17 de abril de 2012

Completa

Las mujeres de mi generación tenemos un problema... Bueno, tenemos más pero no puedo abarcarlos todos. Una parte de nosotras está empeñada en repetir esquemas de nuestras abuelas y otra parte de nosotras intenta liberarse de las cadenas culturales o morales de nuestros ancestros. Nos movemos entre dos aguas y, por épocas, nos da por ahogarnos. Deseamos una relación de pareja como las de antaño, pero no somos las mujeres de antaño. Necesitamos libertad e improvisación, pero a menudo no somos tan libres ni espontáneas. Quiero estar sola, pero no siempre. Quiero estar con alquien, pero no todo el rato. Quiero una relación de pareja que me permita tener una vida de soltera pero con algunas de las cosas que echo de menos de la relación de pareja. Perseguimos objetivos que no nos corresponden y, cuando comprobamos que no funcionan, lo intentamos con otros que consuelen nuestra frustación, pero que al final tampoco funcionan. Mi sensación es, y puedo estar equivocada (porque a veces me pasa), que nos toca inventar alternativas.
Nos sentimos solas cuando intentamos asumir que preferimos estar solas o nos sentimos asfixiadas cuando intentamos asumir que preferimos estar en pareja. Sabemos que ambos extremos son un error, pero hay algo que nos empuja a la insatisfacción porque intuimos que ya hemos superado esta etapa, que ya deberíamos estar dando pasos hacia otro lugar, aunque todavía no sepamos cuál. Llega el momento de explorar un terreno aún sin estrenar, de intentar ahuyentar la presión social, de evitar adjetivos despectivos como "solterona", de entregarnos a las relaciones sin abandonarnos y de liberar a las siguientes generaciones de tanta convención, de la idea de que 'esto va así' y si no entras estás abocada al fracaso. 
Para ser una mujer completa necesito enamorarme. Para ser una mujer completa necesito realizarme profesionalmente. Para ser una mujer completa necesito ser madre... Quizá para ser una mujer completa, simplemente, necesitemos dejar de sentir que somos una mujer a medias.

lunes, 9 de abril de 2012

Espejos

Me ducho animada (ducharme desanimada no tiene ningún sentido), me seco el pelo con energía, consiguiendo una ondulación y volumen espectaculares. Me doy rimmel, me pongo un pantalón y chaqueta de cuero y salgo a la calle escuchando 'Billie Jean' en los cascos. Cuando caminas por la calle a ritmo de Michael Jackson, desde fuera pareces muy segura de ti misma. Estoy contenta y me siento como uno de Los Ángeles de Charlie, con la melena rizada al viento y el paso decidido. Sí, tengo un buen día y me encuentro atractiva.
Llego a mi destino y todo se tuerce. Un espejo que parece estar diciendo "mírame" atrae mi atención y acabo clavando en él mis ojos. Mal. De repente compruebo con decepción que no me parezco a una chica de Charlie. Más bien parezco una señora con la piel grasa y el pelo encrespado. Un momento, ¿qué ha pasado? ¿Qué ha sucedido en el transcurso de mi casa hasta aquí? ¿Acaso siempre tuve este aspecto? ¿Cuándo dejé de parecer un Ángel? Y entonces piensa una que nunca estuvo tan guapa como se sentía ya que el espejo evidencia lo contrario. Pues no, esto no es verdad! ¿Por qué tenemos que estar equivocad@s nosotr@s? ¿Acaso no puede estar equivocado él? El espejo no tiene por qué evidenciar nuestra decadencia, el espejo lo que hace es inventarla. ¿Por qué? Pues por fastidiar. Los típicos espejos que hacen las cosas por fastidiar.
Pero no basta con huir de los espejos, a veces las personas que nos rodean también funcionan como tales. Hay quien te mira y te embellece y hay quien te mira y te hace sentirte como un orco. Y luego hay quien siente la necesidad tremenda de decirte cómo te encuentra: "Tienes mala cara hoy". A ver, ¿qué me aporta esta información exactamente? Me dan ganas de contestar: "Bueno, por lo menos lo mío es transitorio". 
Conclusión: Si tienes un mal día, no te mires. Si tienes un buen día, no te mires. Si queremos estar guap@s, empecemos por estar content@s. No hay otra...

jueves, 1 de marzo de 2012

Ego

A veces me siento como un apuntador. Yo doy el pie y el otro suelta el monólogo. Hay muchas conversaciones en las que lo de menos eres tú. Lo importante es que el otro tenga público. Comienzan a hablar y evitan incluso parar a respirar por si el interlocutor aprovecha ese mínimo descanso para intervenir. Prefieren jugarse la vida y quedarse sin aire a ser interrumpidos por tus intrascendencias. Digo yo que la gracia de tener a otra persona delante es la comunicación con esa persona y no la demostración de tus supuestas capacidades, teorías o reflexiones. Pero hay mucha gente en la que no percibo ningún interés por quienes les rodean. 
El otro día se me acercó un tipo en un bar. Esto no es muy habitual, porque yo en los bares de noche emito una frecuencia negativa que repite "no te acerques a mí, ni se te ocurra, esto no va a salir bien". Pero éste no captó la frecuencia porque para eso hay que estar atento a algo que no seas tú, y no era el caso. Me preguntó a qué me dedicaba casi antes de preguntarme por mi nombre. Imagino que es importante encasillar rápidamente. "¿A qué te dedicas?" "Escribo" (mi naturaleza nocturna es borde con tendencias chulescas) "¿Escribes?" (pausa dramática en la que parece que podría llegar a interesarle) "Pues te voy a leer una cosa que escribí yo un día..." ¡Por dios, qué exhibicionismo patológico! Es como si pregunto: "¿A qué te dedicas?" "Canto" "Ah, pues siéntate, te voy a interpretar 'Como una ola', que mi madre me dice que lo hago con mucha gracia"...
De repente te sientes como un figurante, puesto en escena para servir a ese personaje principal que cree estar lo suficientemente completo como para no necesitar nutrirse de las palabras del resto de la humanidad. Pero es complicado que alguien a quien no le interesan los demás sea una persona interesante. Por eso intento huir de los que sufren un ego desorbitado, de los que están encantados de conocerse, de los que hablan porque les gusta escucharse, de los que no escuchan porque dan por hecho que nadie tiene nada que aportarles.
Huyo de todos esos egocéntricos que no hacen más que pensar en ellos mismos en vez de pensar en mí...
Y claro, así va todo.

sábado, 4 de febrero de 2012

La Pareja

En el colegio jugábamos a Parejas y Unidades. Las parejas perseguían a las unidades y, al alcanzarlas, éstas eran eliminadas. Las unidades, sin embargo, sólo podían huir. Mal empezamos. ¿Es la pareja más fuerte que la unidad sólo por ser más en número? Los juegos infantiles son, claramente, un reflejo del funcionamiento social. Recuerdo aquella canción que cantábamos las niñas cogidas del brazo "Al jardín de la alegría quiere mi madre que vaya, a ver si me encuentro un novio, el más bonito de España". Uno, ¿por qué limitar la búsqueda a España? ¿Acaso no tenemos derecho a un novio extranjero? Dos, ¿la alegría está estrictamente ligada a encontrar novio? Estas son las cosas que llevamos oyendo desde los cinco años y ahora es complicado quitárselas de la cabeza y pensar que la pareja es una opción más, pero no la única. No estar en pareja no es un fracaso social, porque la pareja no es nada. No somos dos, somos uno más uno. Puede que te apoyes en otro, que te acompañes, que cuentes con el otro, pero la vida sigue siendo un camino personal. Estar con otro puede hacerte el día a día más fácil, o más difícil. Puede empujarte a aprender, o a agazaparte para siempre y no sacar la cabeza de tu nidito de amor. Estar con otro puede ser una experiencia maravillosa, pero estar solo también. Las emociones son individuales, incluso el amor es un sentimiento personal que se comparte, pero no por eso deja de ser individual. Todos hemos pasado por una ruptura en la que tus amigos te dicen que no debes preocuparte, "seguro que encuentras a otra persona". Pero a nadie se le ocurre decirte: "No te preocupes, sola puedes estar estupendamente". ¿Por qué? ¿Por qué no asumimos de una vez que en el jardín de la alegría no hay sólo novios nacionales esperando nuestra llegada sino experiencias vitales más allá del modelo social?
La pareja no existe........ Son los padres!

domingo, 15 de enero de 2012

Consejos para superar una ruptura

Comenzamos por el primer consejo (comenzar por el segundo no tendría sentido ninguno). Si de verdad quieres sentirte mejor tras la separación, empieza por no escuchar música que te recuerde a él, ni el tema con el que os conocisteis ni aquella canción que te dedicó cuando todavía estaba enamorado de ti ni la que sonaba en el restaurante cuando rompíais ni la que sonaba en el coche cuando volvíais a casa después de romper... Acabamos antes si no escuchas música durante un tiempo. No veas Los puentes de Madison. No le llames para ver cómo está si todavía no estás preparada para escuchar que se encuentra perfectamente. No te engañes pensando que no va a encontrar a nadie como tú. No te engañes pensando que no vas a encontrar a nadie como él. No te engañes pensando que nadie te va a querer. No te engañes pensando que vas a ligar como en tu vida. No te engañes pensando, punto. No salgas a ligar inmediatamente, sólo conseguirás acabar comparándole con todos los posibles candidatos o llorar en brazos de los desconocidos con un mojito de más. No hagas como que no pasa nada, sí que pasa, y además no pasa nada (parece confuso, pero tiene sentido... creo). No intentes sacar el tema constantemente sin que venga a cuento: ...¿A cuánto están los tomates?, es que me acabo de separar... Si estás en Facebook y él también, date de baja, si le tienes en el Messenger, dale de baja, si le tienes de vecino, cámbiate de casa, si todavía vivís juntos, haz como que no le ves. No preguntes a los amigos comunes si saben algo de él, no vaya a ser que lo sepan. No veas Los puentes de Madison. No hables de él en pasado: Sigue vivo, sólo que no está contigo. Es mejor asumirlo cuanto antes. No llores más de media hora diaria. No llames a tus amigas pretendiendo estar interesada en cómo están ellas si lo que realmente quieres es hablar de cómo estás tú. No son tontas, te conocen. No te agobies cuando compruebes que desde tu ruptura todas tus amigas hasta ahora solteras están iniciando relaciones sentimentales. No lo hacen a propósito, esto va así. No veas Los puentes de Madison. Si te ves con casi 35 o más y el deseo de ser madre, no desesperes y repítete: Si la Quintana ha podido a los 50, a mí me queda para largo. Y luego lloras tu dosis de media hora. No hagas caso a tu monólogo interior cuando te dice que eres la mejor ni cuando te dice que eres una mierda. Lo más probable es que no seas ninguna de las dos cosas. Nadie lo es. Las rupturas son duras, todo el mundo lo sabe, pero recuerda que siempre se superan. Eso te va a pasar. Bueno, tengo que irme, ponen Los puentes de Madison en la tele. Nada personal. 
(A todas/-os los que somos capaces de mirar al pasado con una amplia sonrisa, a las/-os que no saben cómo sonreír al presente y a quienes les hace falta un empujoncito...)