Yo hay una cosa que hago muy
bien, o sea, hay más de una (de hecho hay dos), pero en ésta soy muy buena, por
qué no decirlo. Yo me agobio muy bien. Pensaréis que es fácil, que lo puede
hacer cualquiera, pero os equivocáis. Lo hago con constancia, con firmeza y con
toda la obsesión necesaria para conseguir un agobio ejemplar. Yo cuando me
pongo, me pongo. Los agobios que más practico son los relacionados sobre todo
con la siguiente pregunta: ¿Qué va a ser
de mí?
Cuando pensaba hace años cuál
sería mi situación ahora mismo, nunca imaginé que fuera ésta. Porque uno supone
que en cada momento deberían estar pasando las cosas que uno ha decidido
previamente que deberían estar pasando en este momento (había formas más
sencillas de explicar esto, pero es que soy tan compleja…). Yo podría pensar
que ya toca enamorarme, que se me enamoren, tener un hijo pronto, de una noche
a otra por ejemplo, o dos niños ya crecidos, que voy mal de tiempo. A ser
posible, tener estos dos o tres niños (me voy viniendo arriba) con un hombre
que tenga un gran sentido del humor y un ático en el centro (si tiene un ático
en el centro, yo estaré de suficiente buen humor como para cubrir el de ambos).
Es un hombre que se lleva bien con mis padres y mi hermano, con mis amigos y
con los amigos de mis amigos, vamos, que es un crack este tío y, fíjate tú qué
cosas, resulta que la única mujer en el mundo que le interesa soy yo, ya puedes
ponerle a la Pataky al lado, que ni la mira.
Quizá estos requisitos puedan
parecer superficiales, pero no me importa (porque llevo torta. Gran rima de la
historia de la canción española). Muchas de las grandes frustraciones vitales
del ser humano radican en que las circunstancias no son como creemos que
deberían ser. Pero resultaría inquietante que todo saliera como habíamos
planeado, porque entonces deberíamos preguntarnos cuántas cosas nos hemos
perdido en el camino para que el camino termine donde hemos decidido. Es
ridículo encorsetar los días en función de nuestras metas. Metas que nos
marcamos desde donde estamos hoy, que no tiene nada que ver con cómo estaremos
mañana. Si pudiéramos saber ahora lo que estará sucediendo el año que viene por
estas fechas, significaría que el resto del año sería un simple paréntesis
existencial. Un paréntesis entre hoy y nuestra meta, en el que no deberían
producirse demasiados cambios para que el destino elegido no se vea alterado.
Un paréntesis temporal carente de transformaciones y sorpresas. Por eso, tras
esta reflexión, estoy decidida a terminar con el agobio al que me somete la
especulación. Me voy a animar a quitar mis paréntesis y a entregarme al abismo
de los puntos suspensivos.
Y ahora… Todo puede pasar.
lo mejor de la vida... los puntos suspensivos!!
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