martes, 28 de junio de 2011

Palabras

Es curioso cómo uno está convencido de que se explica pero resulta que nadie le entiende... No sé si me explico... O cómo uno cree que el silencio le exime cuando su vacío verbal impacta en los presentes con mordacidad. Cómo una palabra pretendidamente amable dicha desde el rencor se percibe todavía con más violencia que un insulto rabioso. Somos millones de seres humanos, cada uno con sus cosas, creyendo compartir un mismo idioma. Pero no. Cada ser humano tiene un idioma diferente. Y las palabras a menudo ensucian la comunicación. ¿Cuántas cosas decimos en el peor momento? ¿Y cuántas de ellas a la persona menos adecuada? ¿Cuántas omitimos cuando es necesario pronunciarlas? ¿Cuántas capas esconden nuestras palabras? ¿Cuántas veces sale nuestra voz con honestidad? ¿Cuántos ‘te quiero’ hemos oído que no sonaban a nada? ¿Cuántos ‘te odio’ nos llegan como un ‘te quiero’? ¿Cuántas crisis hemos provocado con apenas dos frases? Hablas con cariño y el otro percibe desprecio, hablas con desprecio y el otro no se da por aludido. No hablas y el otro descifra tu silencio de forma errónea. Hablas y para los demás es como si no dijeras nada. Callas cuando lo crees correcto y resulta que tenías que haber dicho eso que no sabes que tenías que decir. Hablas pero, claramente, lo más inteligente sería haberte callado. Pronuncias un ‘te amo’ cuando el otro necesita aire y espacio, un ‘mejor lo dejamos’ cuando reclaman tu apoyo más que nunca. Un ‘ya te llamo yo’ que se interpreta como un ‘no me llames tú’. Un ‘¿qué piensas?’ cuando el otro por fin había conseguido dejar de pensar. No preguntas por no sacar ese tema delicado que el otro está deseando que saques. Un ‘no te preocupes por nada’ cuando el otro no estaba hasta el momento preocupado. Un ‘estoy aquí para lo que necesites’ cuando el otro lo que necesita es que no estés ahí. Un ‘te necesito’ al inmaduro. Un ‘hoy quiero estar sola’ al inseguro. Un ‘esto sabe raro’ al hipocondríaco. Un ‘te invito a una caña’ que suena a ‘cásate conmigo’. Un ‘nada puede ir peor’ cuando a tus espaldas se desata un tsunami. Palabras, palabras fuera de lugar, palabras que esquilan, palabras que naufragan, palabras lisiadas, palabras lanzadas con cerbatana, palabras que lo cambian todo o que no cambian nada. Palabras disfrazadas de otras palabras. Vamos a tener que afinar nuestra intuición y entonar nuestros silencios. Vamos a tener que aprender a descifrar a los demás más allá de sus gargantas, sus lenguas y sus cuerdas vocales. Vamos a tener que hacernos un poco más listos para sobrevivir en esta torre de Babel, a la que cada vez le crecen más pisos. Esto es todo lo que tenía que decir... Ahora, a saber lo que habéis entendido.