Vengo de una comida en la que
me he bebido toda la producción de Ribera del Guadiana existente en mi
comunidad, así que a partir de ahora escribo borracha y que sea lo que Dios
quiera
(hip).
Imagino que no soy la
única a la que le ha pasado eso de enamorarse de alguien que no se enamora de
ti. ¿No? Si a vosotros no os ha pasado, que sepáis que a mí tampoco… Era por
hablar de algo…
Centrémonos entonces en esos
pobres desgraciados que se han visto atrapados en un desencuentro emocional
alguna vez. Lo que de verdad quiero saber es el porqué del sufrimiento al no
ser correspondido. Más allá del despecho, el ego, la rabia, la humillación, la
tristeza, el vacío… Vale, igual no hay que ir mucho más allá para entenderlo,
pero insisto, ¿qué sucede en el fondo? Pues lo de siempre: el terror a la
soledad, que en cada rechazo aumenta y se hace más palpable. Ya he escrito
alguna vez sobre el miedo a la soledad y es un poco repetirme, pero no soy yo
la que habla, es el alcohol y también tiene derecho a expresarse. ¿Y sabéis por
qué creo que ese terror es la base de todo esto? Porque nos aliviaría mucho
saber que, a pesar de que la relación no prospere, ese individuo insensato que
ha osado rechazarnos ¡a nosotros! en realidad sí nos ama, pero comienza aquí el
Greatest Hits de excusas para no asimilar un rechazo: “Es muy tímido y no es
capaz de expresar lo que siente” “tiene un bloqueo emocional y no es capaz de
mostrar sus sentimientos” “tiene miedo al compromiso” “está en un momento muy
distinto al tuyo” “es que es muy infantil” “acaba de salir de una relación
tormentosa” “tiene demasiado trabajo” “es que le das miedo…” (Me niego a creer
que le dé miedo a ningún hombre, a no ser que le persiga con un picahielos por
la casa… que todo se andará).
O sea, que nos aliviaría mucho
saber que, aunque la compañía no sea física, hay alguien ahí para nosotros. Por
eso creo que necesitamos más que nos amen que amar, por eso creo que
necesitamos más que quieran estar con nosotros que estar con los demás. Por eso
mantenemos relaciones muertas, intentando revivir ese aliento agónico con tal
de contar con el otro. Por eso existen amistades basadas en la inercia o
enfangadas en el tedio, o supuestos amigos que no te cuidan y a los que no
cuidas pero que siguen llamándote para las cenas navideñas. Igual es el momento
de asumir que uno está más solo de lo que creía. Y asumirlo con libertad y
transparencia, con la recompensa de saber que respiras honestidad en tu entorno
y te alejas de la congestión de la supervivencia más básica. O incluso igual es
el momento de entender que uno está más acompañado de lo que cree cuando se ha
quedado supuestamente solo. Lo siento, no soy capaz de expresarlo con más
lucidez, pero intuyo que tiene sentido (de no tenerlo, disculpad mi torpeza
etílica). Desde la inconsciencia a la que me empuja el alcohol, animo
enérgicamente a que esta vez le echemos un poco de valor y salgamos de la
ficción social y el espejismo afectivo. Salgamos del escondrijo vital y
pongámonos a prueba. Quizá en ese solitario silencio consigamos escuchar, por
fin, el rumor de nuestra propia compañía.
Brindo con una última copa
(hip) ¡Va por vosotros!