martes, 17 de abril de 2012

Completa

Las mujeres de mi generación tenemos un problema... Bueno, tenemos más pero no puedo abarcarlos todos. Una parte de nosotras está empeñada en repetir esquemas de nuestras abuelas y otra parte de nosotras intenta liberarse de las cadenas culturales o morales de nuestros ancestros. Nos movemos entre dos aguas y, por épocas, nos da por ahogarnos. Deseamos una relación de pareja como las de antaño, pero no somos las mujeres de antaño. Necesitamos libertad e improvisación, pero a menudo no somos tan libres ni espontáneas. Quiero estar sola, pero no siempre. Quiero estar con alquien, pero no todo el rato. Quiero una relación de pareja que me permita tener una vida de soltera pero con algunas de las cosas que echo de menos de la relación de pareja. Perseguimos objetivos que no nos corresponden y, cuando comprobamos que no funcionan, lo intentamos con otros que consuelen nuestra frustación, pero que al final tampoco funcionan. Mi sensación es, y puedo estar equivocada (porque a veces me pasa), que nos toca inventar alternativas.
Nos sentimos solas cuando intentamos asumir que preferimos estar solas o nos sentimos asfixiadas cuando intentamos asumir que preferimos estar en pareja. Sabemos que ambos extremos son un error, pero hay algo que nos empuja a la insatisfacción porque intuimos que ya hemos superado esta etapa, que ya deberíamos estar dando pasos hacia otro lugar, aunque todavía no sepamos cuál. Llega el momento de explorar un terreno aún sin estrenar, de intentar ahuyentar la presión social, de evitar adjetivos despectivos como "solterona", de entregarnos a las relaciones sin abandonarnos y de liberar a las siguientes generaciones de tanta convención, de la idea de que 'esto va así' y si no entras estás abocada al fracaso. 
Para ser una mujer completa necesito enamorarme. Para ser una mujer completa necesito realizarme profesionalmente. Para ser una mujer completa necesito ser madre... Quizá para ser una mujer completa, simplemente, necesitemos dejar de sentir que somos una mujer a medias.

lunes, 9 de abril de 2012

Espejos

Me ducho animada (ducharme desanimada no tiene ningún sentido), me seco el pelo con energía, consiguiendo una ondulación y volumen espectaculares. Me doy rimmel, me pongo un pantalón y chaqueta de cuero y salgo a la calle escuchando 'Billie Jean' en los cascos. Cuando caminas por la calle a ritmo de Michael Jackson, desde fuera pareces muy segura de ti misma. Estoy contenta y me siento como uno de Los Ángeles de Charlie, con la melena rizada al viento y el paso decidido. Sí, tengo un buen día y me encuentro atractiva.
Llego a mi destino y todo se tuerce. Un espejo que parece estar diciendo "mírame" atrae mi atención y acabo clavando en él mis ojos. Mal. De repente compruebo con decepción que no me parezco a una chica de Charlie. Más bien parezco una señora con la piel grasa y el pelo encrespado. Un momento, ¿qué ha pasado? ¿Qué ha sucedido en el transcurso de mi casa hasta aquí? ¿Acaso siempre tuve este aspecto? ¿Cuándo dejé de parecer un Ángel? Y entonces piensa una que nunca estuvo tan guapa como se sentía ya que el espejo evidencia lo contrario. Pues no, esto no es verdad! ¿Por qué tenemos que estar equivocad@s nosotr@s? ¿Acaso no puede estar equivocado él? El espejo no tiene por qué evidenciar nuestra decadencia, el espejo lo que hace es inventarla. ¿Por qué? Pues por fastidiar. Los típicos espejos que hacen las cosas por fastidiar.
Pero no basta con huir de los espejos, a veces las personas que nos rodean también funcionan como tales. Hay quien te mira y te embellece y hay quien te mira y te hace sentirte como un orco. Y luego hay quien siente la necesidad tremenda de decirte cómo te encuentra: "Tienes mala cara hoy". A ver, ¿qué me aporta esta información exactamente? Me dan ganas de contestar: "Bueno, por lo menos lo mío es transitorio". 
Conclusión: Si tienes un mal día, no te mires. Si tienes un buen día, no te mires. Si queremos estar guap@s, empecemos por estar content@s. No hay otra...